Todo paciente reumático debe ser manejado de forma individual considerándolo
como un ser biopsicosocial con características únicas y diferentes a las de otro
paciente con la misma enfermedad. El control del dolor de un sujeto puede
requerir una reducción de su ansiedad (mediante relajación, meditación o
fármacos), mientras que otro puede beneficiarse de una prótesis.
En teoría, todos los pacientes deberían disponer de la posibilidad de realizar una fisioterapia y terapia ocupacional personalizada, si bien es algo utópico en la práctica diaria. Sin embargo, estrategias simples como "educación para el auto-cuidado, una explicación cuidadosa de la enfermedad, estimular la actividad y el ejercicio o eliminar los miedos injustificados, son tan importantes como lo puede ser un fármaco", señalan los autores.
Ejercicio
Los beneficios del ejercicio más o menos continuado están claramente
demostrados en los procesos reumáticos. La actividad regular mejora el tono
muscular y estabiliza el aparato musculoesquelético. Además el ejercicio físico
aumenta la producción de opioides endógenos (endorfinas) que reducen la
sensación dolorosa. También mejora la salud mental y la sensación de
bienestar.
Terapias monitorizadas
Terapias monitorizadas
La relajación, la meditación, la hipnosis, el masaje o la estimulación
nerviosa transdérmica son terapias complementarias aplicadas por un profesional
que parecen reforzar los impulsos mitigadores del dolor que se envían desde el
cerebro. Sin embargo, la eficacia de estas modalidades está todavía por
demostrar científicamente.
Terapias manuales
Terapias manuales
El masaje, la acupuntura, la osteopatía y otras maniobras aplicadas con las
manos parecen mejorar el dolor a nivel de la médula espinal. Aunque muchos de
estos tratamientos son defendidos por muchos, existe poca evidencia científica
que los respalde.
Productos dietéticos y de herbolario
Productos dietéticos y de herbolario
Estos remedios naturales de amplia aceptación pública están ya integrándose en el manejo de las enfermedades reumáticas, aunque casi ningún médico las prescribe. Tampoco suele haber estudios científicos rigurosos que las avalen, pero sí existen pruebas crecientes de que tienen efectos moduladores del dolor y antiinflamatorios. El aceite de onagra, la uña del diablo, la capsaicina o el aceite de aguacate tienen probablemente un efecto analgésico real.
Algunos estudios han demostrado que los ácidos grasos omega 3 tienen efectos antiinflamatorios y su introducción en la dieta puede ayudar a disminuir los requerimientos de fármacos en pacientes con artritis reumatoide.
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